miércoles, 27 de agosto de 2008

Ónix

Ónix

José Juan Tablada

(a Luis G. Urbina)

Torvo fraile del templo solitario
que al fulgor de nocturno lampadario
o a la pálida luz de las auroras
desgranas de tus culpas el rosario...
- ¡Yo quisiera llorar como tú lloras!

Porque la fé en mi pecho solitario
se extinguió, como el turbio lampadario
entre la roja luz de las auroras,
y mi vida es un fúnebre rosario
más triste que las lágrimas que lloras.

Casto amador de pálida hermosura
o torpe amante de sensual impura
que vas - novio feliz o amante ciego -
llena el alma de amor o de amargura...
- ¡Yo quisiera abrasarme con tu fuego!

Por que no me seduce la hermosura,
ni el casto amor, ni la pasión impura;
porque en mi corazón dormido y ciego
ha caído un gran soplo de amargura,
que también pudo ser lluvia de fuego.

¡Oh guerrero de lírica memoria
que al asir el laurel de la victoria
caíste herido con el pecho abierto...
para vivir la vida de la gloria!
- ¡Yo quisiera morir como tú has muerto!

Por que al templo sin luz de mi memoria,
sus escudos triunfales la victoria
no ha llegado a colgar; por que no ha abierto
el relámpago de oro de la gloria
mi corazón oscurecido y muerto.

¡Fraile, amante, guerrero, yo quisiera
saber qué oscuro advenimiento espera
el anhelo infinito de mi alma,
si de mi vida en la tediosa calma
no hay un Dios, ni un amor, ni una bandera!

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